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VANESSA: ¿Cuándo se acaba el juego? Por: josé javier echeverría barbarin (Adicto al Gran Hermano) Al ser humano nos gusta tomar partido. Y para tu desgracia, la mayoría nos pusimos del otro lado. Solo es un juego decimos para nosotros mismos; pero la rivalidad, la disputa, incluso la trifulca o el enfrentamiento actúan como imanes de nuestra voluntad. Ni la sexualidad ni la escatología son capaces de atraer nuestro interés tanto como una buena discusión o un corrillo poniendo "a parir" al que en ese momento no se encuentra presente. Somos así y no tiene remedio. Como dijo tu madre: "tu juventud te ha traicionado". Y para tu suerte o desgracia pronto te darás de cuenta de cómo es la gente en realidad. Los sociólogos en particular, y los pseudo-intelectuales en general, han puesto en evidencia la inutilidad científica de esta experiencia. Dicen ellos, que no se deben sacar conclusiones de colocar a varias personas encerradas, aisladas, controladas y si es posible enfrentadas. No se ha seguido el "sacrosanto" rigor científico. Cierto. Pero que me dicen del comportamiento de los que estamos fuera. ¿De ahí no se podría sacar alguna conclusión? Como no soy sociólogo no voy a pretender, en este escrito, llegar a ninguna conclusión. Pero como buen pseudo-intelectual, no me voy a privar de hacer alguna reflexión al respecto. El programa del "Gran Hermano" ha puesto en evidencia la doble condición de los terráqueos. Por un lado, lo previsible, somos unos mirones, que no es lo mismo que "voillers". Nos gusta ver lo que hacen los demás, y no necesariamente su vida sexual, sin que ellos sepan que les miramos. Pero por otro lado, y eso si que ha sido una sorpresa para muchos, también ha quedado en evidencia nuestra parte exhibicionista, la de manifestar a los demás como somos. Y que mejor manera de hacerlo, instintivamente y sin aparente riesgo, que la puesta en común de nuestros pareceres acerca de los desdichados inquilinos de "la casa de la sierra". ¿Quién no prefiere ver, bien acompañados, las andanzas de esos muchachitos, y de cuanta más gente mejor, a tener que verlo solo, aunque ello te permita enterarte de todo lo que esta ocurriendo, sin tener que mandar callar al amigo es tuyo, que esta abonado a vía digital y tiene más información que nadie de la última disputa? ¡Eso es exhibicionismo y no lo de las playas nudistas! Este aspecto exhibicionista, que estamos poniendo de manifiesto en los centros de trabajo, en los lugares de estudio, en las sobremesas y/o en los espacios de ocio, esta poniendo de manifiesto un fenómeno ciertamente peligroso, que muchos creíamos circunscrito a otro tipo de juegos, como por ejemplo los de roll, y que entendíamos afectaba a mentes débiles e influenciables. Me estoy refiriendo a la capacidad de discernir entre la ficción y la realidad. En establecer cuando empieza y cuando termina el juego. A lo largo de estas ultimas semanas, contadas de miércoles a miércoles, en lugar de domingo a lunes, hemos marginado a quien era diferente al grupo, hemos despreciado a quien se hacia valer de las limitaciones de otras personas para su propio beneficio, hemos expulsado a quien no acataba las reglas impuestas por la mayoría, nos hemos solidarizado con quienes no se resignaban a acatar normas injustas por muy mayoritario que fuera el sistema por el que se implantaron, hemos insultado a quien se enfrentaba a los "nuestros". Si de esta manera pasamos el rato, ¡de p. m.! Pero que pasa cuando somos incapaces de establecer el limite entre el juego y la realidad. ¿Qué nos ha hecho la pobre Vanessa para que una vez abandonada la "casa" sigamos teniendo y, desgraciadamente, manifestando nuestro desprecio hacía ella? A caso somos incapaces de entender que por muy real que fuera lo que estaba ocurriendo en aquel lugar lleno de cámaras, no se trataba más que de un programa de televisión. Y aun nos preguntamos como es posible que haya gente que llegue a matar a sus seres queridos creyéndose estar cumpliendo las reglas de un juego que hace mucho que dejo de serlo. Esto, no nos extrañemos, pasa con bastante frecuencia, y ni siquiera requiere que transcurra un largo periodo de tiempo. Solamente en las 20 horas que duro el viaje a Gijón, siguiendo a Osasuna, pudimos encontrar muchos de los sentimientos antes expresados. También en la vida real podemos comportarnos de esta manera (contra los homosexuales, contra los especuladores, contra los gitanos, a favor de los objetores, contra los franceses, etc.). Unas veces con criterio y otras sin él. No somos perfectos. Vivimos en un mundo donde la comida la calentamos sin fuego, los teléfonos ya no están unidos por cable, nuestros debates los oímos en las tertulias radiofónicas, donde nuestro bienestar económico viene determinado por los índices de la bolsa de Nueva York, nuestros sueños están fotografiados en las páginas de las revistas del corazón y nuestros sentimientos los experimentamos en la pantalla del cine o la televisión. Cómo vamos a ser capaces de distinguir, pues, entre lo que es un juego y lo que es la realidad. Por todo ello, quiero concluir este escrito reconociendo que desde mi doble condición de mirón y exhibicionista, he disfrutando mucho estas semanas viendo comportarse a Vanessa y criticándola duramente después. Pero teniendo claro que esa "Vanessa" no es sino un producto, muy bien conseguido, de la televisión. Y que mi comportamiento si por casualidad tengo la oportunidad de cruzarme, no con ella, sino con la joven burladesa a la que no tengo el gusto de conocer y que únicamente lleva su mismo nombre, no será otro que el de mostrarle respetuosamente mi solidaridad por el sufrimiento que otros, frutos genuinos de la sociedad que nos ha tocado vivir, le van a infringir.
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