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Linchamiento: La derrota de la razón.

 

Oteiza de la Solana , atardecer de un dieciocho de Agosto de un año cualquiera. Las gentes del pueblo pasean por las calles del pueblo al Sr. Rañoso. A pesar de que se preparan para un trágico final, darle muerte en la hoguera, no hay dolor en sus rostros, sólo canciones salen de sus gargantas. Ningún lamento. Todo el pueblo ya esta en la plaza, padres e hijos bailan alrededor del fuego que consume al miserable. Sus gritos de dolor son ahogados por la música, mientras su silueta apenas es perceptible entre la cortina de humo. No queda sino esperar a que el cuerpo del malvado pase a formar parte de las brasas, y que éstas permitan calentar las tostadas que saciaran el hambre de sus verdugos. -¡Comamos y bebamos!- grita el Alcalde, satisfecho de proporcionar a sus vecinos el sacrificio humano que temporalmente lavará sus pecados. Únicamente él parece ser consciente de que serán ellos los que, pasadas las celebraciones, sufran las consecuencias de este acto. Y si, una vez acabadas las fiestas, alguna persona pregunta que hizo el Rañoso para padecer tan cruel castigo, recibirá como respuesta el silencio de los instigadores y la ignorancia de las personas de buena fe.

La crueldad de esta historia desaparece cuando el lector reconoce en este relato la alegoría con la que mi pueblo da comienzo a sus fiestas patronales. “La quema del Rañoso”, así se llama este acto, no tiene más sufrimiento que el de las largas colas que tenemos que esperar, charlando con los amigos, para degustar las sabrosas tostadas de pan, aceite y ajo con las que el Ayuntamiento de Oteiza agasaja a sus vecinos e invitados el día de pre-fiestas. Pero, con la previa solicitud de perdón a mis convecinos, esta breve descripción puede servir cual “parábola cristiana” para analizar una serie de cuestiones o noticias que con casual concurrencia se presentan estos días en los diferentes medios de comunicación. Estoy haciendo referencia a los linchamientos, llevados a cabo en sus diferentes modalidades.

Aunque el calificativo periodístico de “linchamiento” solamente se le haya dado al brutal asesinato de dos soldados israelitas, cometido por exaltados palestinos con ocasión de los enfrentamientos que ambas comunidades están teniendo. Otros son los ejemplos de linchamiento que se están produciendo cerca de nosotros.

Sin llegar a la crueldad física de los ocurridos estos días en Palestina o los que periódicamente llenan los diferentes telediarios cuando rebaños de vecinos queman viviendas de familias gitanas presuntamente relacionadas con la droga o apalean a inmigrantes por “sus actividades delictivas”, hechos que se comentan por sí solos, existen otros acontecimientos que reúnen las notas esenciales de los linchamientos públicos, esto es, la utilización por parte de una minoría de los miedos de la mayoría para que esta actúe, no en su propio beneficio, sino en la consecución de unos objetivos, casi siempre ocultos, beneficiosos para esa minoría. Así por ejemplo tenemos: la propuesta del Presidente de Castilla-La Mancha, Sr. Bono respecto a los malos tratos; la campaña de los farmaciáuticos contra el Consejero Sanidad, Sr. Cervera; y el acoso del Presidente del Partido Popular del País Vasco, Sr. Iturgaiz contra el PNV.

Los tres supuestos tienen un primer elemento de unión, que me sirve para acreditar mi pretendía objetividad en este artículo, y que no es otro que el no sentirme identificado con ninguna de las tres supuestas victimas de linchamiento. Ni con la violencia sexista de los condenados por malos tratos; ni con la ideología neoliberal del Sr. Cervera; ni con las tesis nacionalistas del PNV. Si alguno de estos debe ser castigado que lo sea en las urnas, si de políticos hablamos, y en los tribunales, si se trata de delincuentes.

Otra de las similitudes que tienen estos tres acontecimientos de actualidad es la existencia de un grupo reducido (Partido Socialista de Castilla-La Mancha, propietarios de farmacias de Navarra o Partido Popular del País Vasco, según el caso) que con objetivos ocultos (permanencia en el poder para Bono, perpetuar sus benéficos económicos monopolísticos por parte de los farmacéuticos o arrebatar el poder al PNV en Euskadi sustituyéndolo por el PP) utiliza los miedos de la mayoría de los ciudadanos bien-pensantes(a la violencia sexista los primeros, a la falta de medicamentos o a su encarecimiento los segundos o al terrorismo los terceros) para que esta mayoría social actúe movida, no por lo que objetiva y racionalmente más les convenga, sino por esos miedos, los cuales no desaparecerán una vez haya actuado al dictado de esas minorías (votando al Sr. Bono en las próximas elecciones autonómicas de Castilla-La Mancha, desacreditando ante los ciudadanos a cualquier Consejero que intente desposeer a los farmacéuticos de sus privilegios económicos o votando al PP en el País Vasco).

La última de las similitudes que plantean estos acontecimientos recientes es lo pernicioso que resultan dichos comportamientos para una Sociedad civilizada y para un Estado social, democrático y de derecho. Así, cuando el Sr. Bono propone la publicación de listas en que aparezcan los nombres de las personas condenadas por violencia sexista contra su pareja o ex-pareja, lo que realmente está introduciendo es una sanción fuera de la legalidad penal vigente, sin garantías para quienes puedan aparecer en ellas ante un posible error, con extensión de la sanción a las personas allegadas al delincuente y dificultando políticas de reinserción. Y si lo de las listas no termina con la violencia domestica, yo me pregunto: ¿por qué no dar un paso más, y llegar al “ojo por ojo”; o dos pasos más, “ojo por ojo, sin necesidad de juicio previo”?. ¿Para qué un Estado de Derecho?

En la misma dirección, cuando los farmacéuticos-propietarios amenazan con el desabastecimiento de medicamentos o con no aplicar el beneficio económico de las recetas, nos encontramos con que están utilizando un servicio público, consistente en proporcionar medicinas a quienes lo necesiten sin discriminación por razón de su capacidad económica, para seguir manteniendo su posición privilegiada de monopolio, la cual les proporciona suculentos beneficios económicos. Aunque para ello tengan que imponer sus intereses particulares frente a los intereses de la mayoría de los ciudadanos navarros, representados en los partidos políticos del arco parlamentario navarro. Y si a pesar de las presiones al Sr. Cervera, este no se pliega a los intereses de los farmacéuticos, yo me pregunto: ¿por qué no dar un paso más, y que los propietarios de las farmacias sean nuestros parlamentarios; o dos pasos más, que nuestro Parlamento sea el Colegio de Farmacéuticos? ¿Para qué un Estado Social?

Y por último, cuando el Sr. Iturgaiz, siguiendo las directrices del PP, criminaliza cualquier defensa del nacionalismo vasco, equiparándolo con los que ponen las bombas o asesinan por la espalda, el Presidente de los “populares” vascos está utilizando el sufrimiento de personas inocentes para acceder al Gobierno Vasco independientemente de que se esté de acuerdo o no con el tipo de gestión que pueda hacer una vez alcance su objetivo. Y si después de que el Sr. Iturgaiz se convierta en Lendakari ETA sigue matando y extorsionando, yo me pregunto: ¿por qué no dar un paso más, y prohibir a los partidos nacionalistas presentarse a las elecciones autonómicas de la Comunidad Autónoma Vasca; o dos pasos más, meter en la cárcel a cualquier sospechoso de no comulgar con el “pensamiento único”?. ¿Para qué un Estado Democrático?

Después de todo, si no queda más remedio que linchar a alguien, por favor, que sea al Rañoso de mi pueblo.

 

 

 

 

 

 

 

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